El reloj de pulsera tal y como lo conocemos hoy en día surgió de la forma cuanto menos curiosa.
Resulta que en 1901, Alberto Santos Dumont , un pionero de la aviación, inventor e ingeniero brasileñ radicado en París (Francia), participaba en una carrera de dirigibles en la capital francesa.
Esta carrera, conocida como «Prix Deutsch de la Merthe» otorgaba un sustancioso premio al primer piloto que, partiendo del parque de Saint Cloud, regresase al punto de partida después de rodear la Torre Eiffel en menos de 30 minutos; una hazaña notable si tenemos en cuenta la juventud de la industria de la aviación en ese momento.
Santos-Dumont lo consiguió, aunque no lo supo hasta algún tiempo después, ya que los resultados se anunciarían en una cena de gala celebrada esa misma noche, pues el control del dirigible le impedía consultar su reloj de bolsillo.
Santos, que era amigo de Louis-François Cartier (fundador de la conocida compañía francesa de joyas y relojes), le contó esta anécdota nada más encontrarse con él en el restaurante y conocer que había sido ganador del premio, a lo que Cartier le dijo que no se preocupara, que eso no volvería a suceder, creando para su aventurero amigo un modelo de reloj que se podía sujetar en la muñeca y consultar mucho más cómodamente que un reloj de bolsillo. El modelo pronto se convirtió en todo un éxito comercial.