Utilizamos la expresión «a pies juntillas» para indicar que se tiene una fe ciega y casi enfermiza sobre algo, que nos lleva a no dudar ni por un solo momento de su veracidad.
La expresión tiene su origen en un juego infantil en el que participaban dos menores, uno de los cuales debía taparse los ojos y saltar con los pies atados y juntos sobre un dibujo pintado en el suelo, siguiendo las instrucciones del otro menor que se situaba fuera del dibujo y trataba de guiarlo lo mejor posible.
No cabe duda de la fe y confianza que el menor que iba «a pies juntillas» tenía en el otro y sus instrucciones, por lo que la expresión pronto se comenzó a utilizar para otros ámbitos.