La palabra «amen» tiene sus raíces en el hebreo antiguo y es una interjección utilizada en el lenguaje religioso para expresar acuerdo o conformidad con una oración o afirmación previa. La palabra proviene del hebreo «emeth» que significa verdad o fidelidad.
En el Antiguo Testamento, «amen» se usaba como una palabra de confirmación o seguridad, y se traducía como «así sea» o «así sea verdad».
En el cristianismo, «amen» se utiliza comúnmente al final de oraciones o himnos para expresar la creencia de que Dios escucha y responderá a la oración. También es utilizado en la liturgia de la iglesia, como en la oración del Padre Nuestro, donde se cierra con un «amen».
En el judaísmo, «amen» se usa para confirmar una afirmación o una oración, como en la oración de Shemá en donde se dice «amein» al final de cada frase.