Usamos la expresión «no dejar títere con cabeza» cuando nos referimos a alguien que ha arrasado, roto, destruido o acabado con algo.
Su origen se encuentra en el capítulo 26 (Retablo de Maese Pedro) del segundo libro de Miguel de Cervantes dedicado a las andanzas y peripecias de Don Quijote de la Mancha, cuando él y Sancho Panza asisten a una función de «El retablo de la libertad «, donde Gayferos rescata a su amada Melisendra del encierro de sus captores musulmanes; la acción hace que Don Quijote entre en sus sueños o delirios habituales y pretenda ayudar a la pareja a escapar; blandiendo su espada y atacando a los títeres con los que se representaba la obra, destrozando ferozmente a los peligrosos muñecos de madera y trapo, sin dejar alguno con cabeza y provocando un tremendo desorden entre los presentes. De esta manera, surge la expresión popular «no dejar títere con cabeza».