Cuando le decimos a alguien que se vaya al carajo, le estamos diciendo de manera vulgar que nos deje en paz, que deje de molestarnos y se vaya.
El carajo (aparte de las connotaciones sexuales) era una pequeña canasta o cesto que se colocaba encima del mástil principal de las embarcaciones, desde la cual el vigía divisaba peligros, otras naves o tierra firme.
Era un lugar poco deseado por su incómoda ubicación (un lugar alto, angosto, precario, inestable y que se balanceaba mucho), pero sobre todo porque mareaba a quienes se encontraban allí.
Así que era un lugar conveniente para que el capitán enviara a los marineros que no cumplían con sus obligaciones o cometían algún tipo de infracción y merecían un castigo, por lo que los mandaba al carajo olvidándose de ellos por un tiempo, además de que el castigado solía regresar mucho más dócil y diligente.