Esta expresión se suele utilizar cuando algo que era muy esperado se produce o se presenta cuando ya no sirve para nada.
En plena Edad Media, cuando el hambre apretaba, ladrones y malhechores campaban a sus anchas en las ciudades y sobre todo, fuera de ellas.
Por aquel entonces la encargada de velar por la seguridad era la Santa Hermandad, una corporación compuesta por personas armadas y pagada por los concejos municipales.
Las cuadrillas pertenecientes a esta hermandad vestían uniformes con mangas verdes, de este modo eran rápidamente reconocibles entre el pueblo. Sin embargo, su mala fama viene de que generalmente llegaban tarde, cuando los ladrones ya se habían dado a la fuga o bien los propios aldeanos ya los habían detenido e impuesto su justicia. Esta es una de las causas por la que comenzó a entrar en declive hasta que desapareció en 1834 desapareció.
Al contrario de lo que se piensa, esta expresión no tiene origen en la Guardia Civil, sino que tal como hemos visto, es mucho más antigua.
Como curiosidad, la Santa Hermandad fue instituida por la Isabel la Católica en 1476, unificando todas las hermandades que habían coexistido hasta el momento. Así, es considerada como el primer cuerpo policial de Europa al seguir una serie de dictámenes y estar dirigidos por una fuente gubernamental.