Comer palomitas de maíz mientras se va al cine es casi un ritual para algunos, y con un origen un tanto curioso.
Para ver los inicios de esta costumbre, tenemos que remontarnos a octubre de 1929, más precisamente al día 29 de ese mes, cuando se produce el colapso bursátil de Wall Street, que destruye los ahorros de muchas familias, empobreciéndolas y por ende, reduciendo el consumo.
Esta crisis afectó a todos los sectores, pero especialmente el sector industrial, con el consecuente despido de millones de trabajadores que hizo subir la tasa de desempleo en Estados Unidos del 3% en 1929 hasta el 25% en 1933. Así, la clase trabajadora vio como de la noche a la mañana perdía su empleo, ahorros y modo de vida.
En aquella época estaba de moda ir al cine. No debemos olvidar que no hacía mucho tiempo que en los cines se proyectaban películas sonoras, por lo que el «séptimo arte» había dejado de ser un elemento elitista reservado a la clase culta que sabía leer (hasta entonces el cine había sido «mudo»)
Se había convertido por tanto en un gran negocio para sus dueños y una gran distracción para la mayoría de la población que, afectada por este duro golpe, optaba por este medio para distraerse y olvidar sus problemas por un rato.
La mayoría de espectadores entraba a las salas (cuando les estaba permitido) con productos comprados en el exterior, entre los cuales habitualmente estaban las palomitas de maíz, ya que el maíz se producía abundantemente en Estados Unidos y era relativamente económico.
De este modo se popularizó el consumo de este producto, que ha evolucionado claramente con el tiempo dejando paso a caramelos, chocolatinas, etc… pero sigue ocupando un lugar privilegiado entre los artículos más consumidos en las salas de cine.