Sin forzar tendones ni dañar sus vasos sanguíneos, los búhos pueden girar 270 grados en cualquier dirección, al más puro estilo de la niña del exorcista.
Aparentemente esta extraordinaria capacidad de contorsión se puede explicar por una extraña limitación anatómica de este animal, y es que los búhos no tienen movilidad ocular.
A través de la adaptación, la evolución les ha dotado de una flexibilidad inusual en el cuello, lo que les permite expandir su campo de visión 360 grados para detectar presas y depredadores con mayor facilidad.