Cuando decimos «hay un gato encerrado» nos referimos a que hay algo al acecho u oculto, alguna causa o motivo que no sabemos o que no nos quieren contar por el motivo que sea y que nos hace sospechar.
El origen de esta expresión se remonta al Siglo de Oro español (primeros años del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII), cuando a las bolsas de monedas se les empezó a llamar «gatos», al parecer porque estaban hechas de piel de este felino.
Cuando los ladrones observaban a los transeúntes en busca de su víctima solían decir «ahí hay un gato encerrado» cuando divisaban a alguien que llevaba oculto entre sus ropajes lo que parecía ser un «gato» lleno de monedas, yendo acto seguido a tratar de atracarlo.
De ahí se deriva el uso que atcualmente se le da, que nada tiene que ver con gatos o monedas.